Caminando hacia Meco


Hace buen día para caminar, yo por minusvalía ayudándome
con bastones, mas lento pero con ventaja de fijarme casi en todo. Es otoño y ya se va viendo repuntar los sembrados.
El cielo un par de milanos y un cernícalo que se quedan fijos en el cielo.
En las lindes hinojo y algunas otras plantas, sobresaliendo enormes cardos ya secos pero que le dan gran fortaleza, ligeramente grisáceos o plateados.
Sobresalen las llanuras, la gran y alta torre de la iglesia, desde donde se debe divisar la grandes llanuras cerealistas de alrededores.
A lo lejos las continuas y pequeñas arboledas que delatan el paso del río Henares.
El casco viejo con amplias y enrolladas calles nos sorprenden con sus grandes casones, algunos con sus escudos heráldicos, en piedra caliza o granítica, al lado de grandes portalones de madera con herrajes y clavos sobresalientes y cerrojos de bella estampa.
Dentro de estos corralones se guardaban las caballerizas, algún caballo y galgos del amo, pesebres para todos, bueyes, mulos y algún borriquito para acercarse a Alcalá.
También se almacenaba el trigo, otros cereales y la paja. También se colocaban los aperos de labranza y el carro. Y correteando por allí algunas gallinas y un pequeño pozo.
También estaba el aposento para el gañan y el rabadan, chiquillo que cuidaba el pequeño rebaño de ovejas.
Cuando el año era de sequía, todo este sistema se venía abajo y costaba mucho la recuperación de estas haciendas.
Yo me pregunto:
¿Como y donde separaban la paja del grano en un suelo tan inestable antes de la llegada del motor de explosión?

Escrito por Paco M.

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